miércoles, 17 de febrero de 2016

Aprendizajes



Yo, que recientemente acababa de ser mamá y tenía algunos meses sin salir con alguien, un día me aventuré y conocí a una persona en una de esas tantas aplicaciones electrónicas. Mi justificación era: "Me la paso todo el día encerrada en mi oficina y los fines de semana paseo solamente con mi nena, así que necesito ampliar mis círculos".

Así fue como conocí a GSJ. Un buen tipo que físicamente cumplía con lo que a mi me gustaba. Alto, fuerte, de mirada penetrante y un aspecto que a mi me agradaba, aunque mi mejor amiga decía que tenía todo el tipo de nerd y que además no se le hacía sincero. "Cuestión de enfoques", decía yo.

La atracción física no lo es todo y empezamos a conocernos. Al final, la relación fue un completo desastre: gritos, sombrerazos, reclamos y un "ya no siento nada por ti" y "yo tengo derecho a desenamorarme", acabaron por darle al traste.

Sin embargo, debo reconocer que de GSJ aprendí. Aprendí lo que quiero y lo que no, si quiero rehacer mi vida.

De entrada, una vez más el destino se encargó de demostrarme (porque al parecer yo no aprendía) que el amor no es algo que puede darse en un mes y que mucho de lo que se dice durante la etapa del enamoramiento, es producto de solamente de la excitación y la adrenalina. Es la etapa en la que ambos juegan a generar expectativas y formarse ilusiones. Y no está mal, pero un "te amo" implica mucho más compromiso y una relación mucho más duradera y profunda. Tiempo al tiempo y con calma, ¿qué prisa hay?.

Pero vaya que GSJ y yo llevábamos prisa. En un mes hablamos de casarnos, de la posibilidad de comprar una casa, de vivir juntos y de la educación que entre ambos le daríamos a mi pequeña hija. Él me aseguraba que yo no tendría que trabajar por necesidad y que siempre nos apoyaría porque éramos una familia. Solíamos salir a desayunar o comer nosotros tres y me decía que se sentía halagado porque sabía que la gente pensaba que él era el papá de mi bebé. Incluso hablábamos de pasar la Navidad juntos y de hacer unas vacaciones en verano.

Lo reconozco. Todo eso me encantaba. Y creo que eso es lo que busco en una pareja. Alguien que me quiera, y que nos respete, a mí y a mi hija. Alguien con quien formar una familia, a pesar de que muchas personas dicen que eso es prácticamente imposible por las circunstancias.

Sin embargo, definitivamente busco algo duradero y no solamente producto del enamoramiento. El dichoso "amor" que sentíamos nos duró sólo 45 días aproximadamente. GSJ empezó a portarse distante y yo empecé a ser demandante. Quería que las cosas funcionaran "a como diera lugar".

Esta vez no sólo me aceleré, sino que en un afán de conservar algo que creía perfecto, pasé muchas cosas por alto. No me importaban las constantes referencias a las exnovias, ni las etiquetas puestas a otras mujeres, ni que GSJ gustara de algunas prácticas que a mi incluso me desagradaban. Ni siquiera me importó que GSJ en un afán de ser "sumamente honesto" me dijera que él era un hombre infiel.

A una semana de haber terminado con esa relación, puedo decir que estaba cegada por la fantasía, por las ilusiones y por los castillos en el aire que iban acompañados de buenas conversaciones, muchas atenciones y buenos momentos (no lo puedo negar).

Parecía un cuento de hadas, pero al hacer caso omiso de lo que no me gustaba, me negaba a mí misma que había un problema y que posiblemente no íbamos a poder ser la familia que yo tanto había soñado.

Obviamente, llegó el día en que la relación que creíamos tan fuerte -sólo lo creíamos, porque en realidad era sumamente endeble-, se terminó.

A pesar de cómo terminó todo, y del dolor que sentí, creo que debo agradecer a GSJ que me demostrara que seguramente en algún lugar del mundo habrá una persona con la cual pueda cumplir mis sueños y ser feliz. Quizá sí, un poco como él, pero con quien pueda formar una relación sólida y duradera, construida sobre cimientos firmes con el paso del tiempo.

Porque, quieras que no, lo que tuvimos fue como un arcoíris: hermoso, pero pasajero. 

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