domingo, 14 de febrero de 2016

Diario de un codependiente




Estaba triste... Mucho. De las cosas que más le duelen al ser humano es el rechazo. Y a mi me habían rechazado. Me habían dicho: "Ya no te quiero, tengo derecho a desenamorarme". Lo peor es que yo no podía negar ese derecho. 
 
Algo en mí sabía que la separación era lo mejor, pero otra parte de mí quería retener a la persona "amada", demostrarle que se había equivocado porque yo era el amor de su vida, con quien había hecho planes a futuro: matrimonio, casa, hijos...
 
Las lágrimas, los gritos y las amenazas sólo empeoraron la situación hasta llegar a lo inevitable: tratarme mal para ver para ver si así, yo entendía que era el final.
 
Y todo dolió. Un dolor tóxico. Estaba pasando por un síndrome de abstinencia. Tenía adicción a esa persona. Ni siquiera parecía amor. Era más bien una necesidad malsana de sentir su presencia. A pesar de todo. De lo que no me gustaba (que era más de lo que me agradaba), de su indiferencia y de su progresiva distancia. Era un miedo terrible a la soledad y a enfrentarme a quien realmente soy y a lo que llevaba mucho tiempo sintiendo. 
 
No, no era amor, era una ansiedad enfermiza. Era amar por necesitar. Era codependencia afectiva...

*La codependencia emocional no es tan fácil de diagnosticar como una adicción al alcohol o a las drogas. Sin embargo existe y debe ser tratada por un especialista. La buena noticia: el amor a uno mismo es la cura.

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