Mi nena ha crecido. Al día de hoy tiene 5 meses y a pesar de que es delgadita, es una bebita muy sana y muy fuerte.
Justo este día nos hemos deshecho de la cuna de
colecho. Aún recuerdo con cuanto cariño la adquirí y la reunión que hicimos mis
mejores amigas y yo para armarla. Sin ellas no lo hubiera logrado. ¡Estaba tan emocionada con la idea de que mi nena durmiera junto a mí y yo pudiera estar a su alcance por si necesitaba algo!
Así, llegó el día en que mi nena salió del hospital y nos fuimos a casa. ¡Por fin estrenaríamos la dichosa cuna! Sin embargo, mi hija solamente durmió ahí un par de semanas.
Nunca olvidaré que el primer día, entre la emoción y los nervios, olvidé poner el cubrebarrotes. Resultado: mi nena lloró toda la noche posiblemente porque tenía frío.
El segundo día, después de que mi mamá me
puso tremenda regañada, puse el cubrebarrotes y tapé más a mi hija. Entonces empezó
a darle una especie de tos que me preocupó muchísimo. Apenas habíamos salido del hospital y lo que menos quería era que mi hija se enfermara y tuviéramos que volver. Le llamé inmediatamente al pediatra y me dijo que pusiera una especie de mosquitero con tela calientita sobre su cuna, así que mi durante el resto de las dos semanas, mi nena dormía en una especie de búnker hecho con cobijas.
Yo seguía con la angustia de que cualquier cosa le pasara, así que dormía tomándola de la mano para cerciorarme de que
estaba respirando o tocando su pechito.
Un buen día me armé de valor y dado que la notaba inquieta, decidí pasarla a mi cama (que afortunadamente es queen, porque créanlo o no, mi hija ocupa la mitad). ¿Cómo les explico que me daba pánico aplastarla? Pero obviamente eso no pasó. No pasó porque, aunque yo lo dudaba, estaba atenta a cualquier movimiento y sonido que hiciera mi pequeñita. Instinto materno le dicen.
A partir de esa fecha mi hija y yo siempre dormimos en mi cama. Cerquita una de la otra y muy calientitas. Esto me ha funcionado maravillosamente, pues puedo alimentarla por las noches y al sentirme cerca, mi nena empezó a dormir más de 5 horas seguidas por la noche y a distinguir el día de la noche.
Un buen día me armé de valor y dado que la notaba inquieta, decidí pasarla a mi cama (que afortunadamente es queen, porque créanlo o no, mi hija ocupa la mitad). ¿Cómo les explico que me daba pánico aplastarla? Pero obviamente eso no pasó. No pasó porque, aunque yo lo dudaba, estaba atenta a cualquier movimiento y sonido que hiciera mi pequeñita. Instinto materno le dicen.
A partir de esa fecha mi hija y yo siempre dormimos en mi cama. Cerquita una de la otra y muy calientitas. Esto me ha funcionado maravillosamente, pues puedo alimentarla por las noches y al sentirme cerca, mi nena empezó a dormir más de 5 horas seguidas por la noche y a distinguir el día de la noche.
Actualmente, cuando la dejo mucho tiempo sola porque me despierto y voy al baño, o porque ella se duerme antes y yo estoy ocupada haciendo labores del hogar, me busca y balbucea para que me acerque a ella.
Lo sé. Mátenme si quieren, pero resulta que ahora somos dependientes para dormir una con la otra. Y no, no me importa. Sé que
llegará el día que quiera su espacio, que ya no desee que la cargue y que le
moleste que la llene de besos.
Mientras
tanto, amo dormir con mi hijita y ambas fuimos muy
felices diciéndole adiós a nuestra cunita de colecho que se queda como el recuerdo
de la primera cosa que le compré a mi princesa con todo mi amor de mamá.
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