jueves, 17 de julio de 2014

Un rompimiento...


Supuse que era obvio. Habías llegado tan rápido a mi vida, que seguramente tenías que irte de la misma forma. Y ahora estaba ahí, llorando por tu partida. Otra vez. Sólo que en esta ocasión había sido diferente porque yo lo había decidido... y no, no como decido todo: impulsiva y arrebatadamente.

Esta vez mi decisión era producto de una lucha interna, de una batalla perdida. Llevaba días en los que sentía a mi corazón cansado de tu indiferencia, de tu desamor y de tu ausencia.

Además, me había cansado de luchar contra esa vocecilla de la razón que siempre decía: "No seas tonta, sabes perfectamente que esa relación no va a ningún lado"; "¿En serio quieres seguir ahí? ¿no te ha demostrado suficientes veces que no le importas?"; "Sé honesta, te acuestas con él y te ignora días enteros sin saber si estás bien, mal o que carajos te pasa... ¿y dice que te ama?", y la última "Tu aquí en el hospital y ¿hace cuanto que no tienes noticias suyas?... mmm, a ver si así entiendes el lugar que ocupas en su vida".

Frente a esos argumentos, lo que gritaba el corazón en su infructuosa lucha, era verdaderamente vago: "Es el hombre más inteligente que has conocido y tiene la mejor conversación del mundo"; "Los momentos que pasan juntos son excepcionales", y el peor "Lo amas, no sé como lo hizo pero sientes que lo amas y no puedes tener ningún sentimiento negativo hacia él... te lo digo yo que soy tu corazón... ¡el que siente!, ¿recuerdas?".

Hablaba contigo mientras me tragaba mis propias lágrimas, se me hacía un nudo en la garganta y un hoyo en la boca del estómago, y sentía que se me rompía el corazón. Había aguantado tanto que tuve que ser dura e hiriente, supongo que actuaba de una forma completamente desconocida para ti.

Dije cosas horribles: "A ver, me queda claro que somos el acostón uno del otro, así que sigamos como tal pero no me vuelvas a preguntar como estoy ni que siento... y jamás vuelvas a decirme que me amas" -obviamente me contestaste que mejor me buscara otro con quien acostarme-; "¿Amigos? ¿Neta quieres ser mi amigo? No creo que se pueda. De entrada, si eres el hombre con el que me acuesto y te vale madres lo que pase conmigo en varios días, lo único que me demuestras es que ni siquiera  puedes ser mi amigo." -claro, me dijiste que los amigos no están tan pendientes uno del otro, a lo que yo te contesté: "Que pena, porque los míos sí. Definitivamente no puedes ser siquiera un buen amigo". 

Silencio... vacío... Me dijiste que te estaba lastimando. ¿Acaso crees que no lo sabía? Quizá en cambio, lo que tu no sabías eran las veces que yo me había sentido lastimada, utilizada y minimizada. Creo que también te lo dije... Dije tantas cosas hirientes que ni siquiera puedo recordarlas todas.


Finalmente aceptaste que yo necesitaba que alguien estuviera al pendiente de mí y de mis necesidades. Ojalá nunca hubieras dicho eso porque mi dolor se empezó a transformar en coraje, en rabia... Digo, ¿acaso conocías a alguien que necesitara lo contrario?, ¿acaso no habías dicho que seguramente era algo que tú también necesitabas?.

Dijiste que sabías que esto pasaría y que yo ya estaba lista para encontrar a la persona que estuviera dispuesta a darme lo que yo necesitaba. Me preguntaba si te dabas cuenta que esos comentarios tan sinsentido me dolían, me hundían, me destrozaban y me hacían sentir una furia y tristeza infinitas: ¿Quién te creías tú que me habías robado el corazón para decidir cuando estaba o no lista?; ¿Lista para qué?; ¿Acaso yo era parte de un experimento en el cual tú debías "prepararme" o "adiestrarme" para algo que podría causarme mayor placer que estar contigo?; ¿Con que autoridad moral decidías el rumbo que tenía que tomar mi vida?.

Estabas tan ensimismado en tu dolor que ni siquiera te diste cuenta que no respondí a tus "te mando besos", porque quería ser indiferente por una simple y sencilla razón: a mí me estaba doliendo más que a ti lo que estaba haciendo y devolverte esos besos hubiera sido el equivalente a decirte "vaya, no pasa nada, disculpa mi arranque de mujer hormonal, afortunadamente, las cosas vuelven al lugar en el que se encontraban".

Lo que nunca sabrás es que cuando colgamos lloré. Tampoco sabrás las veces que esa tarde tuve que limpiar mis lágrimas y fingir frente a los demás que no pasaba nada... ni las llamadas que hice a mis amigas esperando algún consuelo... ni las noches que siguieron en las que me desvelaba pensando en ti... ni como titubeaba cuando me preguntaban por tu persona... ni los días que pasé llorando suplicándole al destino olvidarte para siempre.

No, nunca lo sabrías. Después de esa llamada todo terminó... justo tan rápido y arrebatadamente como había empezado.


Pd. A veces la gente se acerca a mí a contarme historias tristes como esta... Veo el dolor que sienten y no acierto a decirles nada... Creo que por eso prefiero escribirlo.

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