jueves, 19 de junio de 2014

La puerta...


"La puerta se cerró detrás de ti... y nunca más volviste a aparecer..."

Mientras a lo lejos sonaban las notas de esa canción, la recordé. Tan blanca (o quizá no tanto), con sus profundas vetas perfectamente delineadas, tan diferente al resto de las que adornaban el apartamento, y al mismo tiempo tan perfecta. Sin duda, esa era "la puerta".

Algún día la habías tocado y me habías dicho que esa puerta te gustaba. Incluso me dijiste que algún día yo la tocaría y entendería todo lo que ella encerraba. A pesar de que no te entendía lo que querías decir, te creía... Sí, definitivamente creía ciegamente en ti.

Así pasaron los días con sus noches y por alguna extraña razón no me atrevía a tocar la dichosa puerta de la misma manera que tu lo habías hecho algún día. En el fondo, lo que tenía era un profundo temor porque no sabía lo que encerraba y no quería equivocarme al sentirla.
 
Más de una vez me preguntaste si ya había sentido la puerta, más de una vez contesté que no y tú siempre decías que llegaría el momento en que la acariciaría, entendería su sentido y descubriría sus secretos.
 
Y ese día llegó. Como todo, cuando menos lo esperé, me descubrí a mi misma delineando con mis dedos cada línea, cada zurco. Y entonces la sentí. Sentí una energía particular que me hablaba de amores ocultos, de encuentros apasionados, de momentos inconclusos, de tristes desengaños, de corazones entrelazados, de risas y de llantos. Era como si la puerta hubiera trascendido al tiempo y se hubiera encargado de recopilar cada historia de amor de la que había sido testigo y que guardaba sigilosamente.

Fue entonces que quedé maravillada con esa puerta. Me maravillaba por ser contadora de historias, por ser especial, por ser única, por ser tuya y mía, por ser nuestra y porque guardaba cada beso, cada caricia, cada palabra, cada "te amo", cada locura compartida...

Mientras la observaba, la sentía y la escuchaba, me acordé de tus palabras... y te extrañé. Me hacía falta que estuvieras aquí para tomarnos de la mano y tocar esa puerta juntos.
 
Tal vez algún día lo haríamos y nuestros caminos quedarían infinitamente entrelazados... Y entonces la puerta contaría la historia de estos dos locos que se amaron hasta el infinito.
 
Tal vez... solo si te decidieras a volver...

Pd. Quería ilustrar esto con la foto de nuestra puerta... pero decidí que por siempre, sería tuya y mía, de nadie más.

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