Llevo una semana escribiendo esto. Como cada año quise recordar los eventos más importantes de mi vida, pero continuamente me veía interrumpida por la palabra mágica "mamá" o por un silencio preocupante que me prevenía de alguna travesura: paredes pintadas con plumón; refrigerador vaciado; tuppers de comida abiertos sobre el piso; fórmula para bebé regada en la alfombra, y una de las últimas: ropa recién lavada en la taza del baño (porque a fin de cuentas es agua, ¿que no?, jajajajajaja). Además, debo reconocer que mi inspiración creadora estos días ha disminuido un poco. Creo que toda se me está yendo en arreglar, pintar y organizar mi departamento para que la chiquitina y yo vivamos mejor, pero aun así, no quería dejar de escribir.
Hace un año por estas mismas fechas estaba un poco molesta. Feliz porque acababa de ser madre, pero enojada un poco con las personas que me rodeaban, con tener que regresar a trabajar, con mis nuevas responsabilidades, con tener que acomodar horarios, con mi gordura... depresión post parto o no, a decir de mis amigas, me alejé de todo el mundo y porque no decirlo, estuve nefasteando un poco. Sólo quienes me conocen muy bien y me aguantaron muy de cerca, saben que no miento y que fue duro volver a ser quien era: alegre, dicharachera, feliz. ¡Me costó como seis meses y casi me les quedo sumida en la nefastez! Pero justo cuando mi pequeña cumplió un añito volví a la normalidad. Me parece que había quedado un poco traumadita con la prematurez y quería cerciorarme de que mi beba fuera fuerte y rebasará los "meses" de edad en los que yo la seguía viendo frágil. Pero esa etapa pasó y regresé corregida y aumentada.
2016 me trajo muchas enseñanzas, una de ellas, el verdadero valor de tener una familia unida y de la amistad. Mi hija sin duda crece en una familia rodeada de amor. ¿Cómo no agradecer por tantas aventuras juntos? ¿Por las comidas, las visitas al parque (en los que la pequeña siempre quiere ser como su primita mayor), los días de campo (sí, esa vez que no prendía el carbón y nos congelábamos), las grandes celebraciones cumpleañeras (porque ¡ah como nos gusta la pachanga!), por cada momento compartido. Termino el año con la fortuna de saber que mi nenita siempre tendrá manos que la ayuden y la levanten. Lo saben familia: los amamos con todo el corazón y esperamos seguir coleccionando buenos momentos.
¡Y que decir de mis amig@s! En mi locura post maternidad me peleé hasta con una de mis mejores amigas (Mumm-Ra la inmortal lo sabe). Pero, al paso de los meses me relajé, y me di cuenta que era muy afortunada de contar con personas valiosas a mi alrededor que aceptaron a la Gina "normal" de vuelta. Y no sólo eso, puedo presumir de varios reencuentros súper afortunados (mis amigas que siempre han estado ahí pero con quienes ahora comparto la dicha de la maternidad) y de nuevos encuentros llenos de gratas sorpresas (sí, aunque algunas personas hayan salido de un grupo de solteros de Facebook medio inmundo, pero ya conté ese chisme en otro post). Al final he conservado amigos nuevos y amigos viejos (en toda la extensión de la palabra mis queridos contemporáneos), amigos cercanos y amigos lejanos (uno de ellos está en Australia, ¿quiubo?) con quienes comparto, en quienes confío, con los que discuto, con los que paso buenos momentos y a quienes recurro en caso de emergencia. Recuerdo con mucho cariño las cenas, los tacos, los tragos semanales en "el Sonorense", las celebraciones cumpleañeras, un par de bodas, los conciertos, y hasta el "Manequin Challenge". Personas que he decidido que quiero que estén en mi vida muchos años más y si se puede, por siempre. A ustedes, que seguramente saben quienes son, gracias por estar presentes en mi vida y ahora en la de mi pequeña.
Como no todo es miel sobre hojuelas, este año también me topé con gente inmunda, abusiva y convenenciera. A ellos les digo: gracias porque ya no están y gracias porque de ustedes aprendí a soltar lo que no quiero en mi vida y en la de mi hija. Ya les dí RIP, como sólo yo sé hacerlo, pero por cualquier cosa, mejor no reaparezcan nunca, de favorcito.
Este año también aprendí que soy mamá (una muy feliz y orgullosa por cierto), pero que también soy mujer. Y esta mujer disfruta mucho salir sola, leer un buen libro, platicar con sus amigos, bailar (aunque no volvería al Asha) y recientemente, hasta ser "crafty" y cocinar (leve y con recetario, ¿eh?, no se me emocionen). Y vaya que el hecho de darme tiempo a mi misma no me hace mala mamá, al contrario, cada vez me convenzo más de que esos momentos solamente míos me hacen feliz, y una mujer feliz, sin duda es una madre feliz.
Por otro lado, como mujer soltera que soy, y muy a pesar de los estúpidos estereotipos que existen acerca de las madres solteras, debo reconocer que también disfruto salir con caballeros, conocerlos y compartir, en aras de satisfacer mi propia necesidad de tener pareja. ¿Ha resultado? Jajajaja, este año no precisamente, porque me topé con sujetos que de caballeros tienen cero. Sin embargo, aprendí a amarme más, a aceptarme y a reconocer mi valía. Entendí que no por estar acompañada debo bajar mis estándares y estar con personas que son social, cultural y emocionalmente muy diferentes a mí. Ahora si que he aprendido a ser "mamona" con mis selecciones. ¡Y vaya que me costó trabajo, lágrimas y hasta dinero hacerlo! Además, mi nena merece todo mi respeto, de forma que si algún día le presento a alguien no sea cualquier pelafustán. Y si ven que estoy metiendo la pata, les pido por favor que me den un cachetadon guajolotero (en el sentido figurado ¿eh?, no me vayan a dejar toda gacha y así menos).
2016 me trajo también muchas satisfacciones como mamá. Mi pequeña ningún día ha dejado de sorprenderme con sus pasitos traviesos que se escuchan presurosos por el departamento, con sus palabritas cortas, con sus abrazos y sus miradas llenas de amor. Justo ahora que escribo esto, se come un chocolate Ferrero Rocher que ella solita sacó de la caja (tengo un poco de temor de ver como logró esto y si no encontraré una revolución en la sala... Ya fui y ya regresé. Resulta que mi angelito se comió tres chocolates, ¡que venga la energía!). Este año la chiquitina empezó a ir a la escuelita, gateó y ahora ya hasta corre. Aprendió a decir mamá y a compartir. Sin duda, mi beba es mi mayor proyecto, mi mejor compañía y mi mejor maestra. Con mi pequeña he aprendido paciencia y tolerancia. He aprendido que debo disfrutar cada instante porque los días pasan rápido y eso, afortunadamente, incluye los malos momentos. Aprendí a amar incondicionalmente, y este sin duda, es el mejor y más puro amor que existe. Nunca me cansaré de decirle: "te amo mi pequeñuela, fuiste, eres y serás siempre una ganadora".
Definitivamente, 2016 fue un año de retos profesionales y personales. Viene un año que pinta para ser intenso en muchos sentidos, pero antes de que empiece, agradezco a Dios y a la vida por lo vivido. Recuerdo lo bueno y dejo atrás lo malo. Justo a través de estas letras lo estoy haciendo (y eso que según yo andaba con flojerilla de escribir, disculparán mi chorote mareador).
Ahora sí, mi pequeña y yo estamos listas para escribir el libro correspondiente al año 2017. ¡Felices fiestas y un gran gran año a todos ustedes!
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