viernes, 19 de agosto de 2016

#LadyCitas


*Post no apto para los susceptibles a las groserías y los acostumbrados a mi dulzura, porque hoy no escribo desde mi lado de mamá… aunqueeeeee...  de todas formas soy un pinshi encanto, ¿verdaaaaad?*


Sé que mueren de ganas de saber cómo carajos va mi vida amorosa (seguro no, pero es mi post... soooo...). Pues les cuento que en el tema nunca he sido lo que se dice una chingona, pero parece que desde que soy mamá pues menos. Independientemente de que estoy hasta la madre de escuchar “Pero pues tú te casaste como el Borras”, “Todo por acelerada”, lo cierto es que ese asuntito está finiquitado y pues por eso me di el lujo de volverme a poner en circulación desde hace algunos meses, porque el cuerpo y la mente lo pedían a gritos (la neta).

Primero y como podrán ver en algún post anterior, bajé una de esas aplicacioncitas con las que algunas amigas y amigos la están pasando harto bien, y conocí a alguien. Uno de los tipos más intensos que he conocido ever. No mala persona, no loco, solamente intenso. Y pues dos intensitos, era evidente que aquello iba a acabar con chispas y no precisamente de amor. Ya saben, hice un pequeño dramita, solté unas lagrimitas y a otra cosa mariposa (porque mis lutos duran poco, ¿como chingados no?).

El caso es que después de esa experiencia, pero con mucho ánimo de repetirla, salí con un par de sujetos más. De las peores dates de mi vida, y que me hacían preguntarme una y otra vez “¿Que chingados hago charlando con este sujeto?”. Así que cerré la dichosa aplicacioncita para no volverla a abrir. “Pos ni que estuviera tan necesitada”, me decía. Días después me enteré que esa aplicación al parecer tiene otra finalidad. Adivinaron: tener sexo. Y yo no había tenido nada de nada, así que hasta frustrada me estaba sintiendo... #OkNot

Entonces conocí al que denominaré “el caballero”. Un tipo súper inteligente, con la mejor conversación y nada guapo. Con él juré que inteligencia mataba carita y de paso cuerpo (porque está bien que me gusten feos, fuertes y formales pero con este me la estaba prolongando porque solo tenía lo formal). El caballero en cuestión me trataba como reina. Y esta reina medio pendeja se empezó a clavar. Tache, tache, tache, porque el sujeto había sido hiper claro cuando me dijo que no volvería a tener una relación estable con nadie, lo cual era obvio después de tres hijos con tres diferentes damas. Pero ahí seguía yo reservando mi salida semanal para el dichoso caballero. Hasta que un día me confundió con su mejor amigo y me empezó a platicar de todas las ladies que le gustaban. En ese momento el caballero perdió toditito su encanto. Como me dijo una amiga que la neta si es bien chingona para esto: “Cada vez que te diga eso pregúntale si no tiene amigos y cuando el wey te conteste que porque lo dices, dile que parece que no porque te está contando a ti de sus conquistas… y no es que seas celosa, simplemente que aunque sean free, te interesa cero con quien más esté saliendo”. Y es que a lo mejor estoy mal, soy old fashion, o algo así pero de verdad ¿en qué cabeza cabe? O sea, tantito sentido común, ¿o no? A mí jamás se me ocurriría contarle a un chico con el que esté saliendo, aunque seamos free, mis aventuras con los otros dos, tres, cuatro o decenas con los que estoy saliendo simultáneamente. Neta dudes, no mamen. Búsquense un Club de Toby o algo.

Y hay de cosas a cosas. La otra vez alguien me dijo en mi oficina: “Con esos ojos, sería imposible decirte que no”. Obveeeeoooo se refería a unos documentos que yo argumenté y que se tenían que firmar, no sean mal pensados. Pero después de que me hizo ese comentario me dieron ganas de contarle mi triste historia del día en que me friendzonearon (¿no que estos ojos lo podían todo?) Así como se lee, literal, un buen día me aventé como gorda en tobogán y le llegué a un dude que juro que me latía un chingo. Y cual gorda en tobogán me di tremendo chingadazo. Quizá fue mi mood entre neta y no, que hizo parecer mi propuesta una broma, pero me mandaron por un tubo directito y sin escalas, y ¿saben? así no se pinshis puede valedores.

Cuando pensé que ya por fin me había salvado de los ligues nefastos y las frienzoneadas dolorosas, di con un grupito de Facebook, dizque para conocer pareja. Después de recibir harto mensaje de sujetos que defino como atascados (porque hasta para ser directos hay que tener clase, no me chinguen) y detectar en el dichoso grupito a los y las todos y todas mías, las y los exhibicionistas, las y los que a huevo quieren ser el centro de atención porque el pinche ego se tiene que alimentar de algo, los machistas y las intensas, me dije: “Ya basta (ahora sí) de tanta pendejada”. Y me salí, porque hasta andar de vouyerista comenzó a darme flojera.

Cabe destacar además que si eres mamá, la cosa se complica un poco. Muchos sujetines se llenan la boca diciendo que “si quieres el árbol quieres las ramas”. ¡Ay no mamen con sus frases hiper súper clicheras! Me ríooooooo…. ¿Neta les cae? Porque a mí, amiguitos (ya que estamos tratándonos como les gusta, como brothers), no me engañan. En mi juventud llegué a salir con chicos que tenían unas hermosas criaturas que, ¿porqué no?, me odiaban con odio jarocho y sus ojitos parecían pistolas. Y estoy segura que mi muñequita por muy hermosa, sonriente y tipaza que sea (porque sin duda lo es), será muy capaz de echarle ojos de “muérete” a quien ose acercárseme. No es bromita, ya me pasó. Quiubo.

Así que como podrán darse cuenta, he estado por demás, divertidísima. Parece que en estos tiempos las personas no buscan estabilidad. No matrimonio, no anillos, no hijos, no vivir juntos… simple y sencillamente estabilidad. Con toda certeza he estado buscando por los medios equivocados, porque entre los que no quieren un compromiso, los que quieren pero no se animan, los inseguros, los inmaduros y los golfos, de verdad no se hace uno. Y antes de que intenseen, ojo, no digo que todos, solo algunos (los que por pura cagada me tocan a mí básicamente #Medito).

Mejor les hubiera hecho caso a mis amigas que me decían: “Deberías ligarte al pediatra de tu beba, al fin y al cabo se llevan súper bien”. Al menos, me estaría ahorrando el costo de las consultas. #GadaMadre

lunes, 1 de agosto de 2016

Un año...

Querida guerrerita:

Hace un año, por la mañana, recibía una llamada de mi ginecóloga diciendo: "Gina, te veo en el Español en un par de horas, tus niveles se dispararon y tu riñón está empezando a fallar. Hoy vas a tener a tu bebé." Me espanté, me espanté muchísimo. Acababa de cumplir la semana 30 y me faltaban todavía, al menos, unas ocho.

Corrí al hospital donde intentaron por todos los medios bajarme la presión arterial. Solamente recuerdo que entraban y salían doctores de mi habitación hasta que me llevaron al quirófano. Los recuerdos que tengo son muy vagos. Sólo escuchaba: "Se le sigue subiendo la presión", minutos después seguido de un "Gina, ahí viene tu bebé". Creo que después de eso dormité un poco hasta que escuché un llantito y luego vi al neonatólogo mostrándome tu carita. Eras tan hermosa y tan pequeñita. Medio adormilada te di un beso y le dije al doctor: "Cuídemela mucho, es lo más importante que tengo". Eran las 10.40 de la noche.

Hasta el día siguiente supe que tu abuelita y tu tía se habían sorprendido mucho cuando vieron lo pequeña que eras y lo preocupadas que estaban por mí. Ese mismo día recibí la noticia de que estabas en la unidad de cuidados intensivos donde permaneciste 50 días. Naciste pesando 1.200 kg y perdiste peso hasta llegar a un kilito.

Fueron momentos muy duros. Nada me ha dolido más en la vida que salir del hospital y no llevarte entre mis brazos. Lloré mucho.

Así pasaron 50 días que a mi se me hicieron eternos. Poco a poco fuiste adquiriendo peso y comenzaste a comer primero a través de una sonda y después con una pequeña mamila. Sobrevivimos una infección causada por el cambio de catéter y varios sustos que nos dio la máquina que indicaba tus signos vitales.

Por fin llego el día que pude llevarte a casa. Ya pesabas dos kilitos y cuando te llevaba en mi regazo ni siquiera parecía que estabas ahí de lo pequeñita que eras. Fuiste recibida con gran emoción por tu abuelita, tus tíos y tu primita.

Así fue como comenzaron las aventuras a tu lado. Estuvimos varias noches sin dormir hasta que entendí que dormías mejor a mi lado que en la cuna y que te arrullabas mientras bailaba contigo en brazos. Aprendí a bañarte en una tina con pánico de que te resbalaras. Tenía que cambiarte el pañal en segundos, a riesgo de que te hicieras pipí sobre nuestra cama. Pasó algunas veces y sólo sonreías. Además me preocupaba que comieras tan poquito. Yo no tenía tanta leche y el biberón lo tomabas a fuerza, pues del esfuerzo solías quedarte dormida.

Recuerdo perfectamente la primera vez que fuimos al parque. Yo te cargaba con un fular morado y tu permaneciste dormida recostada en mi pecho. Tus tíos y tu primita te regalaron un globo de Minnie. Tampoco olvidaré nuestra primera navidad juntas (lloraste muchísimo y no entendía porqué... quizá era sueño, pero no te querías perder la fiesta), ni nuestra primera celebración de año nuevo (sospecho que ahí detestaste los comandos porque ese día te tapé muchísimo, aguantaste como las grandes la celebración en la terraza).

Tengo muy presente nuestro primer viaje. Fuimos a Cuernavaca y tu llorabas porque hacía calor. Sólo sonreíste cuando te quité toda la ropa y te dejé puesto únicamente el pañal. Tiempo después fuimos a Acapulco. El mar te dio miedo pero te gustó jugar en la arena y escuchar el ir y venir de las olas hasta que te quedaste profundamente dormida. Y nuestro primer día de las madres la pasamos en Tequisquiapan. Amé bailar contigo en la plaza y pasear por tantos lugares bonitos. Mucha gente me preguntaba: "Oye, ¿y no te aburres de ir sola con tu bebé?". Jamás se me hubiera ocurrido aburrirme, pequeñita pero una personita al fin y al cabo, que además siempre ha sido sumamente divertida.

Y que tal cuando empezamos con las papillas. Tenías seis meses y tu mamá moría de miedo. Aprendí que cuando tienes un hijo y empiezas a acostumbrarte a algo, de repente crece y tienes que adaptarte a los nuevos cambios. Probaste todo, y sí, odiaste los chícharos. No sé si cuando puedas leer esto aún los odies y se los quites al arroz, mientras haces un gesto de fuchi.

De estar todo en día en brazos, comenzaste a sentarte y poco después te incorporabas sola. Un día tu tía me dijo: "No la metas a la guardería hasta que se siente", y eso lo hiciste a la semana de su comentario. La guardería fue un gran paso para las dos, aunque me parece que para mí fue más difícil. Yo llegué llorando al trabajo y tú, fuerte y serena como eres, a la fecha no has llorado un solo día por ir a la escuelita. Estoy tan orgullosa de ti y de tus logros.

Un día, de repente, ya me reconocías y a la fecha, me lanzas tus brazos para que te cargue y me sigues gateando por toda la casa. Creo que sólo hasta que seas madre entenderás lo inmensamente feliz que me hace que me reconozcas, que sepas que te amo y te sientas segura a mi lado.

Recuerdo que en casa de tu abuelita te poníamos en tu sillita (de la cual ahora te bajas con gran facilidad) y ahí empezaste a balbucear: "Na, na, na, na"... Pensé que tu primer palabra sería "mamá", pero me equivoqué. Tu primer palabra fue "ten". Eso me ha hecho reír muchísimo. A pesar de ser un bebé, desde siempre has mostrado tu carácter fuerte y determinado y no importa si no me dices mamá, mientras me sigas abrazando por las noches.

También hemos tenido momentos terribles. Cuatro días hospitalizada por una infección gastrointestinal y una roséola precedida por altas fiebres. Y siempre, a pesar de las molestias, el dolor y la incomodidad, has sonreído. Y esa sonrisa derrite a cualquiera.

Podría decirte y contarte tantas cosas que han pasado este año... Pero lo que más deseo hoy y siempre es que cada minuto a tu lado se quede guardado para siempre en mi mente y en mi corazón. Quiero guardar siempre en mi cabeza tus pequeñas manitas traviesas, tus piececitos perfectos y tus ojos curiosos. Has sido una gran maestra, una extraordinaria compañía y la mejor hija que Dios pudo enviarme.

Algún día te contaré todas tus travesuras. Te platicaré sobre las veces que te me has caído de la cama (no soy perfecta, y si han sido varias), acerca el día que te incorporaste por primera vez lista para caminar, cuando te carcajeas por las noches que te hago cosquillas, la primera ocasión que te me lanzaste en brazos, cómo aprendiste a quitarte el pañal y a la fecha gateas por toda la cama escapándote para que no te lo ponga... Tantísimas cosas hermosas que recordar...

Por lo pronto, en este día, quiero desearte que seas muy feliz hoy y siempre mi nena, y que pase lo que pase, durante toda tu vida, esboces esa hermosa sonrisa que te caracteriza.

Te amo mi pequeña traviesa. ¡Vamos por otro año más de travesuras! Gracias, gracias, gracias por haberme elegido como tu mamá. Sin duda, soy muy afortunada.