miércoles, 30 de septiembre de 2015

Bienvenida




Querida hija:

Hoy hace dos meses llegaste a este mundo en medio de dificultades y tribulaciones. Ese día empezaste a luchar y a demostrarnos de lo que eres capaz. 

Estando en la UCIN jamás te diste por vencida y nunca dejaste de esbozar esa sonrisita tuya tan simpática, ni de abrir tus inmensos ojos tan expresivos y llenos de amor.

El día de hoy celebro tu segundo mes de nacida desde nuestra casa, a donde por fin hemos llegado juntas. 

Ahora que puedo abrazarte, llenarte de besos, cantarte canciones, leerte cuentos y dormir a tu lado, sé que sin duda todo formaba parte de un plan perfecto diseñado para nosotras. 

Y justo ahora mismo que te observo mientras duermes, puedo ver en ti un espíritu fuerte, digno de las más valientes guerreras.

Gracias hija mía. Gracias por luchar durante casi 50 días. Gracias por ser mi mejor maestra y sin duda, mi heroína. Gracias por demostrarme que Dios no nos abandona y que los milagros existen. Gracias, infinitas gracias por elegirme como tu mamá. 

Ahora las puertas de este mundo se abren para ti, para que tú lo descubras, para que tú experimentes, ¡para que tú lo vivas! Yo te tomaré de la mano y me esforzaré por ser la mejor guía para que seas inmensamente feliz. No te prometo un camino sin piedras, y tampoco te prometo ser perfecta. Lo que sí te prometo es que siempre estaré a tu lado y te acompañaré con todo mi amor.  

Te amo mi adorada hija. Feliz segundo cumplemes.

 ¡Bienvenida a tu casa y bienvenida a la vida!.

viernes, 4 de septiembre de 2015

35 días...




Han pasado 35 días desde que llegaste a este mundo... Tan pequeñita y tan perfecta.

Lo único que recuerdo de tu llegada es que te escuché llorar y entonces sentí mucha paz... Te dí un beso y caí profundamente dormida. 

A pesar de TODO: la preeclampsia, el retraso del crecimiento intrauterino, la cesárea de emergencia, el parto prematuro, la incertidumbre, el miedo y la tristeza, lo habíamos logrado.

La herida de la cesárea no me dolió tanto como el corazón, cuando el pediatra me dijo que dado tu prematurez, pequeño tamaño y dificultad respiratoria, te habías quedado en la Unidad de Cuidados Intensivos Neonatales (UCIN).

Así empezaron los días más dolorosos, felices y de mayor aprendizaje de toda mi vida. 

Lloré cuando te vi por primera vez dentro de la incubadora y con oxígeno, cuando te dio una infección tremenda por el cambio de catéter, y el día que yo abandoné el hospital y no te llevaba en brazos. 

Me emocioné cada vez que subías un gramo, cuando empezaste a succionar con el chupón, y en el momento en que tus ojitos se encontraron con los míos. 

Aprendí muchísimo: tolerancia, paciencia, amor, empatía y solidaridad. 

Además, he formado lazos. Lazos de apoyo, de cariño fraternal, de respeto y de agradecimiento con los médicos, enfermeras y otros padres que oran no solo por sus hijos, sino por todos los bebés que se encuentran hospitalizados en la UCIN.

Hoy a 35 días, puedo decir que soy la orgullosa madre de una guerrera que sigue luchando y a la que ¡por fin! pude tener entre mis brazos... Me bastaron estos pocos minutos para sentir el más puro amor del que una mujer puede ser capaz: el amor de madre.

Hoy que te pude cargar mi amada hija, me di cuenta de que este es el primer paso de un largo camino que seguiremos caminando juntas unos días más -quizá semanas- dentro de la UCIN. Seguramente, yo seguiré llorando, emocionándome y aprendiendo. Todo habrá valido la pena el día en que por fin estemos juntas en nuestro hogar.

Te amo mi valiente guerrera.