jueves, 19 de diciembre de 2013

Soltera a los 35...

Estaba justo pensando en hacer mi recuento del año 2013, cuando llegó un video a mis manos. El video se titula "35 and Single" y fue hecho por Paula Shargorodsky en base a su propia vida. Es un trabajo altamente recomendable que pueden ver aquí: http://www.youtube.com/watch?v=m56qQXKy72A


Si ya lo vieron, entonces podrán entender porqué me sentí TAAAAAN identificada. Para empezar, yo también tengo la pantalla de mi celular hecha trizas, un tiradero en mi departamento de soltera, ya tuve al novio perfecto que mi familia amaba y con quien tampoco me quise casar, y estoy convencida de que no quiero seguir en el desmadre amoroso como a mis 20, pero tampoco quiero un esposito perfecto... y definitivamente no quiero estar sola el resto de mi vida... ¿Quiubo? Pues nada más les digo que si para ustedes estimados lectores, esto les parece difícil de entender e incluso hasta contradictorio, nada más imagínense cómo me lo parece a mí.

En el momento en que vi por quinta vez el video (así de clavada), me puse a hacer un recuento de varios años de relaciones desordenadas en los veintes y el montón de dudas que se han apoderado de mi cabeza a partir de que llegué al tercer piso. En mis veintes tuve un novio varios años y después de que terminamos, fue un ir y venir en conocer gente. En esa época mi sueño era casarme y ser mamá, así que no sé como llegué a los treinta soltera, cuando la verdad no me faltó con quien concretar ese sueño.
 
Simplemente llegué al tercer piso y mis prioridades eran definidas: estudiar, desarrollarme profesionalmente y ser independiente. Y todo, toditito, lo he conseguido justo como deseaba. Y no, no he sido una solterona ñoñísima y mamona como bien podría pensarse. En mis treinta me he dado el chance de conocer varias personas e incluso vivir con un par (no me da pena, no tengo porqué avergonzarme y he madurado mucho con tales experiencias).

Ya tuve al novio perfecto que mi familia adoraba con locura, que tenía éxito económico y profesional, una familia encantadora y que definitivamente siempre recordaré como un tipazo. La cuestión es que algo pasaba en mí que no me sentía convencida, ni realizada, algo en mí no hacía click. Así que decidimos seguir nuestro camino por separado, muy a pesar de las personas que me rodeban y que pensaban que él era lo mejor para mí.

A raíz del embarazo de mi hermana (¡sí! voy a ser tía de una hermosa niña de la cual desde ahorita amo con locura y pasión), empecé a preguntarme más cosas y básicamente mis ideas se dividían, como en el video, de la siguiente forma: 33% de mi persona quiere ser libre e independiente, básicamente como hasta ahora ha sido; 33% quiere casarse, y 33% quiere tener hijos, el 1% restante se divide entre esos tres. ¿Que taaaaaal? Lo sé, tal y como lo mencioné al principio de este post, estos porcentajes están disparatados porque cada uno implica cosas diferentes y al mismo tiempo quería todo y nada, o sea si, perooooo... Para cada situación tenía un pero y un cuestionamiento que me llevaba a muchos otros.

Eso fue hace algunos meses. Definitivamente tenía una revoltura en mi cabeza y era evidente que mi búsqueda del hombre perfecto a partir de los treintas y dada mi grandísima imperfección, había sido un completo fracaso.
 
Sin embargo, hace aproximadamente un par de semanas simple y sencillamente decidí que me iba a dedicar a estar bien conmigo misma y dejar de estar perdiendo mi tiempo en preocupaciones innecesarias y estadísticas que ni yo misma entiendo ni logro comprender. Entendí que ser soltera es una oportunidad maravillosa que te ofrece la vida para conocerte y amarte a ti misma, y me gusta estar como estoy ahora. Sin prisas, sin angustias, simple y sencillamente en paz.
 
Justamente el día de ayer sostuve una conversación con un buen amigo a quien le dije: "Mira, definitivamente no tengo bien claro que formato quiero, pero lo que sí quiero, es estar acompañada y no pasar sola el resto de mi vida". 
 
Derivado de mi comentario, mi amigo me hizo entender lo siguiente: tratándose de relaciones amorosas y soltería, seguramente si existe "Mr. Right"... pero este debe ser MI "Mr. Right", es decir, el hombre que yo elija, el que a mí me haga sentir plena y feliz en todos los aspectos, con quien pueda compartir mis sueños y me permita ser quien soy, incluso a pesar del qué dirán, de las opiniones de las personas que nos rodean y a pesar de cualquier circunstancia que pudiera estar en nuestra contra. Digo, por algo es MI "Mr. Right" y no el de mis familiares o amistades, ¿cierto? Cada quien elige cómo y a lado de quien quiere vivir, y eso no necesariamente debe corresponder a determinados convencionalismos sociales.
 
Platicando con mi amigo, me reiteré a mi misma que el formato de acompañamiento o relación (no hablo de "matrimonio" o "unión libre", porque, en mi opinión, hay tantas formas de relacionarse en este mundo que no caben en solamente en esos dos conceptos), que utilice con ese, MI "Mr. Right", lo decidiremos juntos y no por la presión social que implica estar soltera a cierta edad. 
 
Así que bueno... hace un tiempo que deje de sentirme presionada socialmente, empecé a ser feliz conmigo misma y me sigo aventurando a conocer hombres valiosos que puedan aportar algo a mi vida, mientras conozco o alguno de ellos resulta ser MI "Mr. Right", sí, sólo mío y no el de mi familia o amistades, pésele a quien le pese. ¿Porqué? simplemente porque está en riesgo mi felicidad  y como bien dice Paula, la felicidad es una decisión, y en definitiva, se puede ser feliz con o sin un hombre a un lado, siempre y cuando estés bien contigo misma.
 
Ya sé que han leído mucho acerca de treintañeras solteras y también sé que muchas personas piensan: "hasta cree... seguro está urgidísima y se va a embaucar con el primero que se le ponga enfrente", o "si segurito no se ha casado es porque ella tiene algo mal". A esas personas, hombres y mujeres (porque la verdad todos somos bien criticones), les diría lo siguiente: la urgencia se nota y créanme que una mujer es mucho más atractiva cuando está contenta consigo misma. De verdad, pregúntenle a los hombres como huelen la urgencia a kilómetros y como les entra pánico una vez que la detectan.
 
Y otra cosa... sí, posiblemente yo sí tenga algo mal, y lo que tengo mal es que me he dado cuenta que vine a esta vida a ser feliz yo, a mi manera, sin dañar a nadie y bajo mi propio esquema, y no a satisfacer las necesidades de los demás o algún convencionalismo social que no adopto y que, por tanto, no me pertenece.
 
En conclusión, créanme que estar soltera a los treinta y tantos puede ser una experiencia maravillosa si dejamos de hacernos marañas mentales y nos dedicamos, simple y sencillamente, a ser felices, inmensamente felices.

martes, 15 de octubre de 2013

Insuficiencia renal y licuado de sentimientos para dummies

Antes que nada, aclaro: no soy médico ni me interesa serlo. Si me animé a escribir sobre un tema tan delicado como lo es la insuficiencia renal crónica es porque cuando recién se la detectaron a mi familiar, me puse a buscar información amigable en Internet y no encontré más que puros términos que yo no comprendía. Así que trataré de contar mi experiencia y lo que conlleva la enfermedad en palabras que cualquiera puede entender. Créanme que si están pasando por una situación así, a la larga varios conceptos se les harán familiares.

Hace seis años, mi familiar fue diagnosticado con insuficiencia renal crónica, lo cual implicaba que sus riñones funcionaban menos del 15% cada uno. Todavía recuerdo que nos quedamos en shock. Nos preguntábamos qué había pasado y sobre todo, cuáles eran las causas de dicha enfermedad silenciosa. Porque debo decirles que la insuficiencia renal no se siente, no duele, no hace ningún ruidito, ni manda señal alguna. En nuestro caso, empezó con una anemia y unos resultados de laboratorio alterados en la creatinina y la urea, los cuales son indicadores básicos de que algo anda mal.

Cuando después de varios estudios recibimos el diagnóstico final, nos explicaron que dicha enfermedad ataca principalmente a personas con hipertensión arterial, diabetes (no es nuestro caso afortunadamente), y a aquellas que hubieran tomado analgésicos por tiempo prolongado. ¡Ay goeiiii! Me dije... ¡y yo tomando Artridol, Ketorolaco e Ibuprofeno con harto gusto! Ojo aquí. Yo no digo que tomar analgésicos sea malo, pero definitivamente después de esta experiencia aprendí que es algo que uno debe hacer bajo estricta supervisión médica.

Una vez pasado el shock inicial que a todos nos da frente a las enfermedades que desconocemos, contactamos a una doctora bastante destacada que da consulta en el Hospital Ángeles Mocel en la Ciudad de México (si requirieran sus datos con muchísimo gusto se los doy, aquí no publico su nombre porque no le pedí permiso para hacerlo).

Durante casi seis años y gracias a la doctora, mi familiar se mantuvo bastante estable con medicamentos  y una dieta libre de proteínas, difícil, pero llevadera. Hasta este año. Hace casi tres meses, los niveles de mi paciente se pusieron locos y no fue suficiente el cocktail de medicinas que le suministraron en el hospital para que mejorara. Fue la primera vez que me puse a pensar en lo que realmente implicaba una diálisis y una hemodiálisis, y sí, nos dio miedo. 

Dada la premura de la situación, primero mi familiar fue sometido a una cirugía para colocarle un catéter en la vena yugular del cuello  que estuviera directamente conectada al corazón (ande pues con mis términos médicos), con el objeto de empezar a practicarle  un procedimiento llamado hemodiálisis. ¿Y eso que es?

Cuando un paciente se somete a hemodiálisis, debe acudir al hospital unas tres veces a la semana para instalarse en una máquina cuya función consiste en limpiar la sangre. Dicho procedimiento dura aproximadamente entre tres y cuatro horas. La sangre que sale pasa por una máquina que la libera de toxinas y la vuelve a introducir en el cuerpo del paciente. Quizá lo más difícil de este procedimiento es que para llevarlo a cabo, es indispensable acudir al hospital y estar unas tres horas conectado. En este caso hay que armarse de paciencia. Mucha, pues necesariamente alguien debe recoger al pacientito una vez que termina el procedimiento, debido a que  salen agotados, e incluso, en algunos casos, con náuseas y mareos. A veces es necesario apoyarse de algún cuidador o cuidadora para que reciba a nuestro familiar cuando sale de hemodiálisis y lo lleve a casa si ustedes no pueden pasar a recogerlo.

Si bien a mi familiar lo habían sometido a hemodiálisis por la urgencia que su caso representaba, lo cierto es que era candidato perfecto para la diálisis peritoneal, así que acudimos al ISSSTE a que le practicaran la cirugía correspondiente. ¿Porqué al ISSSTE? ¿No alcanza con el seguro de gastos médicos mayores? Pues les tengo malas noticias... no, no alcanza. La insuficiencia renal crónica es una enfermedad carísima y no hay seguro médico que alcance el tiempo que dura la enfermedad, así que salvo que seas pariente directo de Carlos Slim, será necesario que acudas a alguna institución pública.

El ISSSTE... bendito lugar, tan criticado y odiado... tan lejos de Dios y tan cerca de la burocracia. ¡Pero no se preocupen! ¿saben cual es la clave? ¡Adivinaron! paciencia... muchísima. Ya sé, están agotados, preocupados y tristes, pero van a necesitarla... sí, de nuevo  y en cantidades in-dus-tria-les. La cuestión es que el personal médico del ISSSTE es excelente y humano, pero el personal administrativo es insufrible, y no, no podemos ni debemos pelear o ponerles malas caras. Una vez que logren llegar a la cama de su paciente, no tendrán problema alguno con enfermeras y médicos porque se los prometo, son tipazos. Quizá como consejo puedo decirles que si llegaran a tener  problemas con el personal administrativo o los "polis", pueden dirigirse a la Oficina de Asistentes a la Dirección. Créanme, sirve de mucho acercarse a ellos. Pero sólo en el ISSSTE, ¿ok? No sé que aplique en otras instituciones. 


Pues bueno, ya estábamos en el ISSSTE, en el primero de cuatro internamientos para que mi familiar pasara de la hemodiálisis a la diálisis peritoneal. ¿Y eso que es? Les platico, primero se le coloca al paciente un catéter que va conectado al peritoneo en el estómago. La cirugía no dura más de una hora y en algunos casos sólo requiere de anestesia local. Cuando vean a su pacientito de nuevo, podrán observar que el catéter les sale del estómago y no deberán tocarlo, manosearlo o curiosearlo... en pocas palabras, deben mantenerse lejos del catéter porque su manipulación requiere estrictos controles sanitarios.

A través de dicho catéter, se realizan las diálisis, las cuales consisten en introducir un líquido especial en la cavidad peritoneal, con el objeto limpiar a los riñones de toxinas. El liquido se introduce al peritoneo, permanece en la cavidad peritoneal las horas que determine el médico tratante y luego se saca manualmente. Se escucha tremendo, pero créanme, en vivo y a todo color no lo es.

Este procedimiento tiene ventajas y desventajas. La ventaja es que las diálisis se practican en el hogar del paciente y no hay que acudir al hospital. Además, pasados unos meses  las instituciones entregan al paciente, de acuerdo con la disponibilidad que exista, una denominada máquina cicladora que permite realizar la diálisis durante toda la noche, de manera que durante el día, las personas puedan llevar a cabo sus actividades normales.

Claro, mientras te dan la dichosa máquina, existen algunas desventajas de la diálisis peritoneal, pues ésta implica que el paciente se realice diariamente el procedimiento de dos a cuatro veces en el día y aunque no es algo tardado, si puede ser desgastante. Mi sugerencia es la siguiente: si tu paciente está apto, puede aprender a hacerse la diálisis él mismo; si no es el caso, tendrás que recurrir a un familiar o amigo que se haga cargo. Si tienes que trabajar y no tienes quien haga el procedimiento, puedes contratar a una enfermera o cuidadora que aprenda. Todo esto, hasta en tanto tu paciente ingrese al programa de diálisis a través de la máquina cicladora, aproximadamente de 6 meses a un año después de haber iniciado la diálisis manual en casa.

Yo sé que muchos se dirán "no quiero gastar, pero no quiero dejar de estudiar/trabajar/atender a mi familia". A ellos les digo: no hay opción. Si no podemos apoyar personalmente a nuestro familiar y no hay nadie que lo haga, entonces es indispensable solicitar el apoyo de enfermeras o cuidadoras, y sí, cuestan, aunque lean bien, siempre se puede negociar.

En nuestro caso, nosotros tuvimos que tomar esa decisión y contratamos el Servicio de Atención de Enfermería en el Hogar, perteneciente a la UNAM y del cual pueden encontrar más información aquí: http://www.eneo.unam.mx/educacioncontinua/servicios-de-enfermeria.php

Una vez que empieza la diálisis, el paciente deberá internarse de tres a cuatro veces más, antes de que empiece a dializarse en casa. ¿La razón? El tiempo de los internamientos es el tiempo suficiente que te permite hacer las modificaciones en el hogar (hay que hacer algunos cambios a efecto de que el lugar donde se practicará la diálisis sea lo más limpio y libre de bacterias posible), y tomar el curso de diálisis correspondiente. Mi consejo: amiguen con las personas de trabajo social y las enfermeras de diálisis. En nuestro caso, mi hermana y yo no pudimos asistir al curso porque se llevaba a cabo entre semana, en un horario de 8 de la mañana a 2 de la tarde, pero nos ofrecieron opciones que nos permitieron capacitarnos en el procedimiento, así que ahora somos expertas “dializadoras”.

Adicionalmente, ya instalados en el diálisis, había que hacer cambios en la alimentación de mi paciente, lo cual es indispensable para que se mantenga estable, así que por favor, aunque se los pidan, no les den de comer carnitas, barbacoa, tacos al pastor o porquería y media. La alimentación de un paciente que se dializa sí es especial y debe ser baja en fósforo y potasio, lo cual implica que hay frutas  y verduras que deben eliminarse de la dieta diaria. Además, los pacientes deben aumentar su ingesta diaria de proteína (la diálisis arrasa con todo, lo bueno y lo malo), sin que ello signifique comer un sirloin todos los días. Ya sé, se lee fatal. Algo así como ¿y ahora que van a comer? Pues bueno, hay que probar nuevos platillos y observar que les dan de comer en el hospital para tener más ideas. Claro, la comida del hospital es insabora y no está chida. A mí se me secó el cerebro inventando opciones alimentarias y ya no sabía que hacer hasta que encontré esta página que contiene recetas especiales para personas que se someten a la diálisis y que son buenísimas (la imagen la tomé de ahí, y sí, así queda): http://www.ultracare-dialysis.com/es-ES/RecipeCenter.aspx

Una vez más, repito, antes de hacer cualquier barbaridad, incluso cocinar, tienen que avisarle a su médico porque cada persona es diferente y aunque en general los requerimientos alimentarios son los mismos para todos estos pacientes, existen particularidades si son diabéticos o tienen algún otro tipo de padecimiento. Así que de favor, no se avienten como el Borras a hacer todas las recetas sugeridas, sin antes verificar que alguno de los ingredientes no estén prohibidos en la alimentación de su familiar.

Ahora hablemos de emociones. Cuando todo empezó, yo me aterré. No quería dejar de hacer mi vida, ni dejar mi trabajo, ni dejar de hacer planes o cancelar mis proyectos. Me enojé con Dios, con la enfermedad, con los doctores y con la vida por estar pasando algo así. Además, reconozco que fue un proceso muy cansado. Me sentía ansiosa, e incluso cuando mi familiar se quedaba en el hospital, me era muy difícil dormir, así que las ojeras me llegaban al piso.

A eso hay que añadir que tuve que pedir permisos en el trabajo con el objeto de cubrir cualquier eventualidad. Afortunadamente no tuve problema, pero había días en que me iba toda la tarde al hospital, regresaba en la noche a la oficina con el objeto de no retrasarme y salía de madrugada, es decir, no descansaba. Hubo momentos en que me sentía tristísima y llegaba a mi casa a llorar por largo rato.

A todo este licuado emocional hay que incluirle el impacto familiar y económico que tiene la enfermedad. Hay que buscar nuevas formas de organizarse entre los miembros de la familia tanto para atender al paciente como para afrontar los gastos, y uno está en el peor mood para hacerlo.  La realidad es que uno está enojado, triste, preocupado, deprimido, lleno de culpas, con miles de ideas y un montón de gastos y... ¿qué creen? a veces ni siquiera puedes explayar tus sentimientos como tu quisieras (menos frente a tu pacientito), y si lo haces, en ocasiones las personas que te rodean se aburren de estar escuchando lo mismo una y otra vez.

Mi recomendación al respecto es la siguiente: lloren, enójense, laméntense, sufran, mienten madres... Vivan el proceso con todo lo malo que éste conlleva y pidan ayuda cuando la necesiten, créanlo o no, siempre hay alguien dispuesto a escuchar nuestros lamentos y darnos palabras de aliento. Se pueden llevar gratísimas sorpresas.

Hagan lo que hagan nunca permitan que su familiar los vea tristes. Ellos la están pasando mal y no debemos darles mayores preocupaciones. También por favor olvídense del “échale ganas”, los pacientes le echan ganas y por lo que observé durante mis estancias en el hospital esa clase de comentarios no les gustan, pues la gran mayoría tienen excelente actitud, pero no depende de ellos estar bien o no, así que por favor ¡no inventen!.

Una vez que se desgañitaron al máximo, levántense y sigan adelante. No bajen la guardia, porque les aseguro que la revolución de emociones te da una tregua y las cosas vuelven a la normalidad.  Verán como poco a poco, podrán ver a la enfermedad como una oportunidad para demostrarle a su pacientito cuanto lo aman y para demostrarse a ustedes mismos que se pueden hacer sacrificios por puro y simple amor.

En mi caso, pasé del “no quiero aprender a hacer la diálisis porque no quiero quedarme sin vida”, al “yo te hago la diálisis aunque no vaya hoy con mis amigas”. Y eso no implica que me haya quedado sin vida. En mi caso, no he dejado de trabajar, correr, estudiar y convivir con mis amistades. Simplemente, en ocasiones he decidido estar con mi familiar como un acto de amor, simple y sencillamente porque quiero y me da la gana, sin que sea algo obligatorio. Quizá debido a ello, puede que se topen con personas que permanecerán en sus vidas y otras que se alejarán, pero no importa. Les aseguro que siempre habrá quien les tienda la mano.

Después de casi tres meses difíciles, actualmente puedo decir que agradezco a la vida el estar viviendo esta experiencia que me ha regalado muchísimo aprendizaje y me ha permitido conocer personas valiosísimas, inclusive médicos, enfermeras y pacientes que me han dado lecciones de amor y de vida.

He aprendido a cuidarme a mí misma y transmitirle ese bienestar a mi paciente. He reorganizado mis prioridades y me he dado cuenta que hay que tener fe, en alguien o en algo, en lo que sea, pero hay que aferrarse a eso que es superior a nosotros. Créanme, uno se siente reconfortado si lo hace.

Actualmente, mi familiar se dializa en su casa, con el apoyo de una enfermera, mientras aprende a dializarse solo. Le echa todas las ganas del mundo y tiene un entusiasmo y ganas de vivir envidiables. Yo me he sentido mucho mejor y he entendido que frente a esta enfermedad terminal, mi papel consiste en darle calidad de vida y brindarle muchísimo amor. No lo niego. A veces me vuelvo a sentir triste y obvio sigo teniendo miedo a lo desconocido. Pero durante mi reorganización de emociones, éstos sentimientos negativos han pasado a segundo término y sí, definitivamente, me siento mucho mejor y confiada en que saldremos adelante.

viernes, 4 de octubre de 2013

De cómo viví la Carrera del Centenario del Ejército

Lo confieso… no dormí casi nada un día antes de la carrera y llegar fue toda una travesía… Adivinan… me perdí y caminé más de un kilómetro para llegar al Campo Militar. Además, en el camino me tropecé y nada más estaba esperando que nada me doliera. Nada me dolió y al contrario, aprendí que siempre debo fijarme donde piso, no ir baboseando con el celular cuando camino y levantar más los pies... ¡Eso! Consejos utilísimos por cierto.

La fila para ingresar al Campo Militar estaba larguísima. Ahí estábamos todos bien formaditos y saludando a los amigos, cuando de repente, los corredores se empezaron a dispersar y a amontonar en la entrada principal que así nomás, sin avisar, abrió sus puertas para recibir a todos estos locos (me incluyo obvio), algunos de los cuales ya iban tarde para iniciar su medio maratón.

Yo iba a la carrera de 10 kilómetros así que, según yo, estaba en tiempo. Solamente que no tomé en cuenta que la filas para la paquetería eran larguísimas y que la fila para ingresar a los corrales y las de los baños parecían fusionarse en una sola. Resultado: me formé en la fila de los baños (ya sé, merezco un zape) y cuando me percaté de ello tuve que correr a mi corral porque estaban anunciando la salida, así que no calenté nadita. Error, error garrafal.

A la voz de “en sus marcas, listos, fuera!”, inició la carrera. Debo reconocer que todo estaba bien, tenía buen ánimo y muchísima emoción… pero de repente me enfrenté a una ruta que de verdad se me hizo dificilísima. 
Bajadas, bajadas y más bajadas, sí ¿verdad?... ¡qué fácil! dirán algunos… sólo que cuando la bajada es mayor a un kilómetro hay que cuidar los meniscos y no había calentado nada, así que sentía cada paso en mis rodillas. Además, no se debe perder de vista que las leyes de la naturaleza nos enseñan que siempre, sin excepción, todo lo que baja, en algún momento tiene que subir… y ¡vaya que subimos!!! Yo sentía que aquello eran paredes... (Alguien dirá que no es para tanto, pero corriendo para mí si lo era).
Los primeros 5 kilómetros los disfruté mucho porque llevaba buena música y buen ritmo… además se me salían los ojotes con los aviones, helicópteros, zonas de tiro, zonas de práctica de paracaidismo y demás lugares por los que íbamos pasando.
Sin embargo, en el kilómetro seis hice un alto... Sabía perfectamente que tenía que repetir la ruta, con todas las bajadas y subidas pronunciadas que ello implicaba, y me empecé a sentir un poco fastidiada… Además estaba cansada… tuve que reconocer que haber dejado de entrenar dos meses había mermado considerablemente mi condición física, y que dos semanas de entrenamiento no eran suficientes para enfrentarme a una ruta de esa naturaleza. Así que me relajé y me dije: “Vine a disfrutar y no a sufrir… si me da la gana pararme a tomar una foto, lo voy a hacer y una vez que la tome reanudaré la carrera”. Y sí, así lo hice. Y así pude tomar las fotos que forman parte de este post.
Una hora y quince minutos después, según marcó mi reloj, terminé de correr esos 10 km que para mi fueron de altísimo grado de dificultad y logré cruzar la meta con los brazos en alto y una sonrisota como siempre lo hago (no sea que en las fotos una salga toda compungida, verdad?) 
 
 
Quiero destacar el gran esfuerzo de los organizadores, pero también señalar algunas fallas. Para empezar, había un gran desorden para recoger tus pertenencias en la zona de paquetería (entiéndase casas de campaña ubicadas estratégicamente donde los corredores encargamos nuestros triques). Cómo estarían que de plano te los iban entregando como iban saliendo  de la casa de campaña y los anunciaban a grito pelón cual Lotería Nacional. Por otra parte, mis resultados no aparecieron en la página oficial de la carrera, lo cual me hizo percatarme de que no soy pinches nadie para el Ejército... Ok no. Sólo creo que para la siguiente ocasión, estos detalles podrían mejorarse.
 
Ahora, ya corrí y ya me divertí... Sin embargo, lo importante es: Qué aprendí? Pues ahí les va: 
 
* Aprendí que nunca hay que subestimar los entrenamientos. No se puede ir por la vida corriendo un día si y dos no, y pensar que uno está entrenando. No. Es necesario un plan, una estructura y un orden.
 
Aprendí que jamás hay que empezar a correr y aventarse como el Borras, sin haber calentado prevamiente. Cómo puedes ser competitivo cuando tienes los músculos fríos? Definitivamente no hay manera.
 
* Aprendí que debo seguir trabajando duro para conseguir lo que quiero y que jamás debo darme por vencida. Ahí están las metas y los proyectos... Ahora, sólo debo trabajar por ellos. 

martes, 17 de septiembre de 2013

Celebrando las fiestas patrias corriendo!

Hasta hace unos quince días y después del evento que conté en uno de mis posts anteriores, todavía no sabía cando iba a volver a correr y me sentía un poco triste por ello (además de gorda, porque no sé qué pasa en mi cabeza, pero siempre que no corro o cuando dejo de hacer ejercicio, siento que me inflo como globo de cantoya y sí, me siento gorda).

El caso es que hace una semana fui al angiólogo y ¡por fin!... Después de llevar a cabo varias pruebas de laboratorio y descartar una serie de diagnósticos (afortunadamente todo quedó en un accidente vascular sin consecuencias mayores que solamente requiere algunos cuantos cuidados), me autorizaron volver a ponerme los tenis y salir a correr.
 
Así que, oficialmente, he regresado a las andadas... Más bien dicho, a las corridas... ¡ay no! olvídenlo,definitivamente eso se escuchó fa-tal... Quiero decir que ¡ya estoy de vuelta y corriendo de nuevo! (sí, eso se lee muchísimo mejor).
 
Para motivarme, un amigo sugirió que corriéramos 5 kilómetros y un poquito más, en la Cuarta edición de la Carrera de las Antorchas que se celebra en la delegación Álvaro Obregón el día 15 de septiembre,como parte de las actividades para celebrar las fiestas patrias.
 
La Carrera de las Antorchas es una carrera gratuita que inicia en la Glorieta Vasco de Quiroga y termina en Calle 10, a escasos metros de la explanada de la delegación Álvaro Obregón, así que la ruta es pura bajada, algo facilito por aquello de que ya llevaba casi dos meses sin entrenar.
 
Como no nos habíamos inscrito con anticipación, mi amigo y yo decidimos llegar desde las 6 de la tarde. Un consejo útil para quienes se animen a ir el año que entra, la opción más viable es dejar el auto en el estacionamiento del Costco que se encuentra subiendo el Periférico, a un par de cuadras de la explanada de la delegación, y de ahí tomar un taxi a la Glorieta Vasco de Quiroga.
 
La inscripción no fue ningún problema, y el paquete contenía una playera enorme, una bandera de México y un jugo. Como es una carrera gratuita, no hay demasiados patrocinadores y tampoco un chip. Tampoco hay tantas personas, así que no vas atropellando a nadie y puedes correr a tus anchas y a tu ritmo. El chip podría ser tema para algunos, pero deja de serlo gracias a aplicaciones como Endomondo o Nike que nos permiten registrar tiempo y distancia de nuestras carreras.
 
Después de acomodar nuestras cosas y dejar nuestros paquetes en la camioneta que fungió como vestidor (literal, le hacías un nudo a tu paquete, le ponías tu nombre, se la entregabas a un señor que traía una camioneta de la delegación, y orabas para que porfitas tus cosas no desaparecieran en el camino), nos dimos a la tarea de hacer nuestro calentamiento, cantar el himno nacional, y posteriormente disfrutar del recorrido.
 
Aquí mis fotos antes de iniciar la carrera... Alguien dudaba del buen ambiente?

 


 

 


Así, sonó el disparo de salida, entre gritos de “Viva México”, banderas que ondeaban simultáneamente y antorchas encendidas que iluminarían nuestro camino (de ahí la denominación de la propia carrera).
 
Paso a pasito, salí a un ritmo bastante relajado. Siempre he respetado las bajadas por aquello del golpeteo de las rodillas y esta vez no fue la excepción.
 

Mientras corría me repetía en la cabeza dos cosas: “Ya sé que es bajada, pero no por eso me voy a dejar ir como gorda en tobogán o después mis meniscos lo van a lamentar” y “Bracea hacia atrás, hacia atrás, hacia atrás”. Lo del braceo lo acababa de ver en un video de la Dra. Enitza George que me permitió ver que yo braceaba perfectamente mal. El video se encuentra en el vínculo siguiente: http://youtu.be/TabQyS9MCMQ
 
Generalmente corro con música, pero había olvidado mis audífonos, así que tenía que motivarme a como diera lugar. Cuál sería mi sorpresa al darme cuenta que todo el camino íbamos a estar acompañados por los vecinos del pueblo de Santa Fe que no dejaban de echar porras y transmitirnos buena vibra. Además, la música no hacía falta, pues mientras corríamos, pasábamos por montones de establecimientos que tocaban música de mariachi, ¿qué mejor forma de motivarse que esa?
 
Así, poco a poco, llegamos a la meta, donde nos esperaban con bebidas isotónicas y un diploma de participación. Lo reconozco, llegué cansada y si no hubiera sido porque mi amigo me estuvo echando porras todo el camino corriendo a mi paso, quizá hubiera desistido.
 
La carrera la terminé en aproximadamente 38 minutos. Sé que no es el mejor tiempo, definitivamente había perdido condición en este periodo de inactividad, pero estaba feliz por lo que la carrera representaba para mí y porque necesitaba este empujoncito para motivarme a madrugar diariamente a las 5 am e irme a correr. Necesitaba saber porqué correr era una actividad que disfrutaba tanto antes de lesionarme, y recordar la satisfacción que representa el lograr un objetivo, cualquiera que este sea. Era muy importante para mí volver a enamorarme del runningy sí, lo logré.


Ahora, ahí les van algunas curiosidades de la Cuarta edición de la Carrera de las Antorchas:
 
1. El más aplaudido a su llegada: Definitivamente a quien todos esperábamos con ansias locas, era al señor de la camioneta que traía nuestras mochilas y demás pertenencias. El último participante ya había cruzado la meta, el tránsito ya se había restablecido y ahí estábamos un grupo de personas congelándonos poquito, y preguntándonos si la camioneta no había llegado antes y ya se había ido con todos nuestros triques, así que cuando por fin apareció -al final de la caravana-, los aplausos no se hicieron esperar.
 
2. Lo más naco: A ver gentecita. Yo sé que los corredores somos una molestia para algunas personas, porque a nuestro paso los vehículos tienen que detenerse. Lo que no se vale y lo , es aventarle el coche a los corredores y tocar el claxón como desesperados porque tienen prisa. Aprendan a convivir y a respetar si quieren que nosotros los respetemos, y si ya saben que se va a detener el tránsito aproximadamente una hora, tomen sus precauciones y dejen de actuar primitivamente. De nada.
 
3. Lo que no debemos confundir: La música de Queen, el reggaeton y el punchis-punchis, no es, leyeron bien, no, no es música mexicana. Y hubiera estado increíble y más ad-hoc con la celebración que en la verbena popular organizada en la delegación se hubiera escuchado menos música de ese tipo y yo hubiera comido mis tostadas acompañada de música mexicana.
 
En conclusión, un excelente evento y una maravillosa forma de celebrar con la mejor compañía, el hecho de que México es un gran país, con gente maravillosa, entusiasta y única, muy a pesar de sus gobernantes. Quieran que no 😉.

lunes, 26 de agosto de 2013

El XXXI Maratón de la Cd. de México visto desde mi trinchera: la porra

Ayer se celebró la gran fiesta que representa el ya afamado Maratón de la Ciudad de México. Originalmente yo iba a correr Medio Maratón pero mis lesiones de las que hablé en mi anterior post y diversos problemas personales, impidieron que lo hiciera, así que obviamente llevaba unos días viviendo en la ardidez absoluta, la negación y el desánimo de asistir a dicho evento, incluso como porra.
 
Sin embargo, días antes muchísimos amigos que correrían su primer Maratón y Medio Maratón me contagiaron su entusiasmo acerca de esta fiesta y decidí asistir.
 
Ese día me desperté desde las 4 de la mañana con la emoción que se siente acompañar a quienes corren y unas cosquillas en el estómago inauditas (ahora sí que desconozco la razón, dado que yo no iba a hacer nada).
 
Mi primera sorpresa fue cuando llegué al metro Zapata alrededor de las seis de la mañana. Fue maravilloso ver que conforme nos íbamos acercando al metro Hidalgo, los vagones se iban llenando de más y más corredores seguros, felices, desbordando una energía súper especial y unidos por un mismo motivo: alcanzar sus metas deportivas.

 
Aproximadamente al cuarto para las siete de la mañana ya estábamos en el Hemiciclo a Juaréz, escuchando el disparo de salida para las personas discapacitadas, quienes por cierto, siempre hacen un gran papel y son un ejemplo de lucha y constancia (se los dejo de tarea para que ya no vayan por el mundo haciéndose las víctimas y quejándose de todo). Cabe destacar que yo iba acompañando a un runner que correría su primer Maratón, así que pude disfrutar toda esta fiesta desde el inicio. 
 
Justo en el Hemiciclo a Juárez me encontré a mi amiga Caro y buenoooo... no pude sentirme más feliz. Ella es una tipaza y correría Medio Maratón hasta las 8.45 a.m., así que podríamos hacernos compañía mientras tanto... Ya sé... Mis ojeras y yo, pero caray! La desmañanada estuvo dura! ;) 
 

Puntualísimos a las 7 am, se dio el disparo de salida a las mujeres que correrían el Maratón y las 7.15 salieron los hombres. Entusiastas, felices y seguros iniciaron con lo que sería la última vez en que Maratón y Medio Maratón se correrían simultáneamente.


Total que arrancaron todos y  muchas caras conocidas y otras no tanto, pero que Caro se encargó de mostrarme. Fue emocionante ver el entusiasmo de los que corrían, se veía que todos y cada uno estaba dispuesto a dejarlo todo en la ruta. Fue muy simpático ver algunos disfraces: una angelita (con todo y alas), Flash, Batman, el señor de los peluches y el de la basura (son típicos, y quien corre, sabrá a quienes me refiero) y hasta un Hulk que iba descalzo... Sí, leyeron bien. Des-cal-zo
 
Y no sólo eso, había gente de la tercera edad corriendo, personas invidentes y otros que hasta con bastón estaban dispuestos a lograrlo (ya sé... zape en la cabezota al siguiente que diga algo así como “no, yo no puedo”). Ahorita recuerdo a personas como Don Jorge, que apoyado en dos bastones llegó al Estado Olímpico Universitario seis horas después cuando ya lo habían cerrado (pueden leer su historia aquí http://deportes.publimetro.com.mx/don-jorge-el-hombre-de-los-xxxi-maratones) o a Pato Fiel (pueden buscarlo en Facebook con ese nombre y sí, le falta una pierna).
 
Faltaba todavía una hora y media aproximadamente para que mi amiga Caro iniciara su Medio Maratón, así que mientras tanto estuvimos sacando fotografías y coincidiendo con muchísima gente. Mi amiga es hiper popular en el running y tiene montones de amigos. Así, conocí a una chica que corre en el equipo de Adidas, y justo ahí me encontré a un par de chavos que estudiaron en mi misma universidad y que correrían su primer Medio Maratón (chiquitito e increíble el mundo de los corredores). Caro también me presentó a otra chica que quiere hacer triatlón, así que estuvimos platicando al respecto un ratote... y es que para quien no sabe, estoy empeñada en hacer triatlón el año que entra, pero ese es otro asunto.
 
Después de que todos mis nuevos amigos y Caro iniciaron su Medio Maratón, tras el disparo de salida correspondiente, me dirigí a Ciudad Universitaria para echar porras a quienes cruzaran la meta. No está por demás decir que fue un rollo encontrar el metro Juárez porque soy bastante despistada y los polis me mandaban a todos lados menos a donde tenía que ir, y que llegando a metro Copilco tuve que recurrir a la buena voluntad de la gente para saber cómo llegar al Estado Olímpico Universitario.
 
Pero una vez que llegué y me acomodé en las gradas, la emoción fue máxima. Aquí al foto de myself justo en esos momentos... 
 
 
 
Debo confesar que ver el pebetero encendido como en las Olimpiadas de 1968 y toda la gente aplaudiendo, me conmovió mucho.
 
Primero llegaron los peruanos con unos tiempazos inferiores a tres horas, posteriormente los kenianos y algunos mexicanos, y de repente apareció una persona invidente. En ese momento no pude contener las lágrimas... los gritos y aplausos no se dejaron esperar.
 
Tampoco cuando empezaron a aparecer señores de la tercera edad que entraron trotando al grito uniforme de “si se puede, si se puede!!!”. 
 
Fueron momentos muy especiales, de mucho aprendizaje. Yo no había corrido por mis “miles de problemas y mi mugre lesión”, y ahí estaban muchas personas demostrándome que todo es posible, a pesar de las circunstancias adversas.

Cabe destacar que los Maratonistas y Medio Maratonistas siempre estuvieron acompañados del entusiasmo de las personas que fungieron como voluntarios y de aquellos que, sin serlo oficialmente, salieron a las calles a apoyar con una fruta, un chocolate o una coca cola, y lo más importante sus porras. Ya después me enteraría de algunas anécdotas curiosas de los porristas, como aquel que dijo al iniciar el Maratón de las mujeres “Vamos muchachas! Ya corrieron 192 metros, sólo les faltan 42 km” (ya sé... el mexicano y su humor), o aquél que en las calles de la Condesa mostraba un pollo (literal, un muñeco de pollo) y gritaba “Querían apoyo? Pues aquí está su pollo! Vamos corredores!”.
 
La verdad es que yo me divertí mucho y disfruté en grande esta fiesta. Así que los invito a que el próximo año tomen sus tenis y corran, o por lo menos, salgan a apoyar a los corredores... Les aseguro que en ningún caso se arrepentirán.