jueves, 5 de mayo de 2016


 
A pesar de ser considerada (principalmente por mi madre), como una persona que siempre hace lo que quiere, debo confesar que en otras épocas si sucumbía a la presión social de decir que sí cuando en realidad quería decir que no. 
 
Así, fui a fiestas y compromisos a los que en realidad no quería ir, salí con sujetos con los que no quería salir, presté dinero a quien no quería, e incluso compré "súper promociones" de cosas que no necesitaba. Sólo por no tener el valor suficiente de decir "no quiero". En muchos casos, me daba miedo perder amigos y familiares, y en otros me ganaba la compasión. Lo sé, todo mal.
 
Pero es que seamos honestos. No estamos  acostumbrados a decir, y menos a escuchar "no quiero" o "no tengo ganas", e incluso, el solo hecho de decirlo o siquiera pensarlo nos hace sentir un poco de culpa y el interlocutor por alguna extraña razón se siente lastimado con esas frases, cuando en realidad debiera agradecer la honestidad.
 
Es más, preferimos decir "no puedo" y acompañar la frase de algún pretexto que suponemos nuestro interlocutor se va a tragar enterito, lo cual casi nunca sucede... Y que conste que lo digo como interlocutora y como persona que ha puesto pretextos con tal de no hacer algo que no quiero.
 
Sigo. Evidentemente que, como antes me costaba un montón de trabajo decir no, tampoco aceptaba con mucha facilidad que me lo dijeran. Por ejemplo, tengo una amiga que odia arreglarse, y ¡ah como la presionaba y fregaba con lo mismo!, hasta que un día me dijo la frase mágica "no me arreglo porque no quiero". Eso debió haber bastado para yo aceptara su postura sin chistar, pero en vez de eso seguí dando lata porque ¿cómo se iba a descuidar así? ¿tendría un problema de autoestima? y miles de cosas que no venían al caso.
 
Así que, cansada de hacer cosas que no quiero por miedo al qué dirán, por miedo a no "verme bien" o "quedar mal" (no sé con quién, supongo que con algunos círculos sociales), o por miedo a perder o lastimar a amigos y familiares, he decidido ejercer mi derecho a decir "no quiero" o "no tengo ganas" de hacer tal o cual cosa, y eliminar el "no puedo porque..." acompañado de una justificación y explicación no requerida.
 
Alguna vez alguien me dijo que en Europa, si te invitaban a algún lugar y no querías ir, podías decir algo como "no gracias, no se me antoja" y todo seguía igual. No había "heart feelings", ni borradas de Facebook, ni vengancitas absurdas del tipo "como me dijo que no pues en mi vida lo invito de nuevo". 
 
Y supongo que así pasa con todo: "no te quiero prestar dinero", "no quiero comprar eso", "no quiero salir contigo", etcétera. Y no pasa nada, las relaciones humanas siguen sin rencores y dramas innecesarios. 
 
Cabe destacar que no me consta que eso que me dijeron sea cierto, pues mi acercamiento con los europeos no fue precisamente de carácter sociocultural, pero me gusta pensar que así son y tomarlos como modelo.
 
Entonces, digamos que estoy en una etapa de experimentación, ejerciendo mi derecho a decir no y permitiendo que los demás lo ejerzan sin que yo sienta feíto o raro.
 
No digo que sea fácil, pues culturalmente estamos tan acostumbrados a buscar pretextos y a escucharlos, que lo contrario es considerado atípico. Pero en verdad yo ya me cansé y no quiero seguir igual. A ver si no me quedo sin amigos y sin familia... Ya les contaré.