El día comenzó con un mensaje que decía: “Mi ángel hermoso abrió sus alitas y se me fue al cielo, después de tanta lucha no se pudo amiga”. En ese momento se me partió el corazón al saber que “S”, el primer amigo de mi hijita y su compañerito en la Unidad de Cuidados Intensivos Neonatales (UCIN), había partido. Incluso, ahora mismo se me saltan las lágrimas de tristeza al pensar en el dolor que mi querida amiga, la mami de “S” está sintiendo.
Recuerdo
a este enorme guerrero con mucho cariño. Mi hijita estaba delante de su cuarto,
así que éramos “roomies”. Cuando yo
me encontraba más desesperada, tuve la fortuna de coincidir con sus papás,
personas extraordinarias, muy valientes y comprometidas con su hijo. Unos
excelentes padres. Ellos no lo saben, pero su presencia hizo más fácil mi
estadía en la UCIN y sus palabras más de una vez me salvaron de la depresión y
la tristeza.
En esos
momentos entendí que sólo unos padres que han tenido el primer contacto con su
hijo a través de una incubadora y que han vivido en carne propia el día a día
con un bebé conectado a aparatos y con un montón de cables cruzando por su
cuerpo, son capaces de apoyar a otros padres que se encuentran en las mismas
condiciones.
“S” era
un niño excepcional, que luchó incansablemente durante 7 meses. Lo recuerdo
enorme, con sus ojitos pispiretos y su cabello rubio. Era, además de un bebé
hermoso, un pequeñito con mucha energía que se defendía con fuerza, pero que al
mismo tiempo aceptaba noblemente cada uno de los procedimientos a los que era
sometido. Un luchador incansable que se ganó el corazón de todos los que
tuvimos oportunidad de conocerlo.
Algunos
podrían decir que nuestro amiguito “perdió la batalla”. Yo no lo creo. “S” ganó.
Ganó porque estoy convencida de que cumplió cabalmente su misión en este mundo
terrenal y nos dio verdaderas lecciones de vida. Generó vínculos de amistad
irrompibles y nos mostró que ante cualquier adversidad se podía luchar e
incluso sonreír.
Recuerdo
que todos los días yo le decía a mi nena que “S” era su amigo y que algún día
jugarían juntos. Curiosamente, mi hija salió el 18 de septiembre de la UCIN y “S”
se fue al cielo justamente 2 meses después, el 18 de noviembre. Creo que ambos
tienen y tendrán un vínculo permanente. Estoy convencida de que algún día
volverán a encontrarse y de que mi hija aprenderá muchas cosas cuando comprenda
el significado de haber estado 50 días en la UCIN rodeada de bebés extraordinarios y compañeros de batallas.
Querido “S”:
Definitivamente
no te has ido. Estás vivo a través del ejemplo y enseñanzas que nos dejaste.
¡Hasta
siempre nuestro pequeño gran guerrero! La pettite y yo te llevamos y te llevaremos
siempre en nuestro corazón.
*Con todo
mi amor, respeto y reconocimiento a los papás de un guerrero.
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