jueves, 19 de febrero de 2015

De porqué cerré mi FB y otras redes del terror...

 

Lo reconozco. Cuando recién surgieron, las redes sociales me parecían lo más in del mundo, a pesar de que casi siempre me traían problemas... ya saben, nunca falta el típico novio celoso que se ponía muy malito de sus nervios porque tenía muchos amigos hombres, o el que siente que todos tus "tuits" son indirectas.
 
Al principio, en Facebook, aceptaba a todo el que según yo conocía, incluyendo al tipo con el que alguna vez me había cruzado en el pasillo de la universidad, a la chica que me vendía perfumes, al nieto del hijo del primo de mi papá (porque ¡¡¡obviooooo!!! tenemos el mismo apellido o parecido), y nomás me faltó el señor bolero que viene a mi trabajo. Ni que decir de tuiter... ahí el chiste es tener seguidores ¿o no?, así que sígueme y te sigo, tuiteo fregón y me recomiendas.
 
Con el tiempo me percaté de varias cosas. Por lo que hace a tuiter, es un mundo virtual a través del cual las personas tratan de arreglar el mundo a base de tuitazos y hashtags  (#renunciaEPN, #yosoy132, entre otros). Eso en el mejor de los casos, porque en otros, las personas deciden exhibirse o causar alguna controversia con sus "brillantes" pensamientos. Además se generan pequeños grupos en los que nunca falta quien quiere tener el control, se la pasa troleando o chancea con todo mundo. Algo como lo que pasa en la vida real, en el que el mayor acercamiento se genera a través de grupos de whatsapp cuyo objetivo consiste en seguir haciendo lo mismo que en tuiter, pero "entre cuates" que nunca se conocen.
 
A mí me pasó de todo en tuiter. Tuve un chorro de seguidores, me trolearon, estuve en grupos de whatsapp y fuí parte de todo el numerito. Revisaba tuiter todo el día porque no fuera a pasar algo importantísimo en el mundo que yo no me enterara (la-men-ta-ble) y me sentía obligada a que mis tuits fueran buenísimos para ganar muchos seguidores.
 
Cuando empecé a salir con mi ahora esposo y dado que él no es usuario de dicha red social, dejé de utilizarla. Y entonces, entonces empecé a vivir. Recuerdo que fue increíble viajar y disfrutar, sin tener que decirle al mundo donde andaba o lo que estaba haciendo. Al tiempo, y después de enterarme de muchos chismes y ser troleada de nuevo, decidí cerrar definitivamente mi cuenta.
 
Entonces sucedió que mi bonita cuenta de Facebook que tenía taaaaaan abandonada se volvió la novedad. Si bien ya no tenía de amigos más que a las personas que realmente conocía y frecuentaba (muy importante, así que ¡adiós señor bolero!), lo cierto es que pasaba la mitad del día viendo que hacían mis amistades, que pensaban y cual era su última fotografía. Estaba súper atenta a las invitaciones que me hacían y a las publicaciones en los grupos a los que pertenecía.
 
Me dí cuenta que el Facebook no servía para mí, ni me aportaba nada (ojo, es mi experiencia, no estoy criticando a nadie) cuando un día discutí con mi marido porque ¿cómo se atrevía a seguir siendo amigo de su ex novia?. Destaco que muchas veces yo he hablado por teléfono con mis exnovios, lo cual se equipara, sin embargo, en esos momentos pensaba que esa red social equivalía a andar coqueteando o a salir con ella (cosa que obvio no pasaba, digo, la mujer está del otro lado del mundo y mi esposo apenas y entiende el funcionamiento de esa red).
 
En esa época también tenía un grupo muy grande de "amigas" que se empezó a separar por malos entendidos que nunca se hablaron, sólo se postearon. Reconozco que yo caí en el juego y bloquee a varias personas, lo cual generó que el chisme entre esas "amigas" se pusiera peor, al grado que las incoformidades jamás se hablaron de frente entre las interesadas, por el contrario, se mandaban "recados" con terceros o indirectas facebookeras (lo sé, completamente infantil y patético).
 
Frente a esas situaciones, un día decidí cerrar mi cuenta. Mi lógica para hacerlo fue la siguiente: todas las personas que tengo como amigos tienen mi teléfono, así que pueden llamarme o mandarme un mensaje si les importo o si quieren saber algo acerca de mí (digo, en vez de que vean lo que publico o peor aún, les pregunten a mis mejores amigas). Así que revisé Facebook por última vez y cerré definitivamente mi cuenta. Exacto, no la suspendí prometiéndome a mi misma volver algún día, la cerré, adiós, ciao.
 
¿Cuál fue el resultado? Obviamente con mis mejores amig@s jamás perdí la comunicación y hubo quien me preguntó si todo estaba bien, o porqué había cerrado mi Facebook. Efectivamente, fueron los menos y a quienes yo pensaba que mi persona les valía un comino. La sorpresa fue que hubo muchas personas que se decían mis "amigas" o "amigos", con quienes creía tener cierta confianza y acercamiento, que a la fecha se han dedicado más a hacer conjeturas que a hablarme o interesarse por mí, tal como yo solía hacerlo con ellas (no faltará quien diga que soy una soberbia... quizá, pero reciprocidad, ¿no?)
 
Así que bueno, finalmente cerrar mis redes sociales me ayudó a limpiar mi ambiente, mis círculos sociales y a valorar muchísimo más a las personas que me benefician con su lealtad y amistad. Me he llevado sorpresas maravillosas y un chorro de decepciones, pero bien dicen que lo malo a la basura y justo en estos momentos de mi vida, desprenderme de lo que no me sirve ha sido de lo mejor que he podido hacer.
 
Yo los invito a que hagan el experimento de alejarse un poco de las redes sociales y vivir más la vida con las personas que en verdad los aman. Sólo una prueba, les aseguro que se pueden sorprender.