domingo, 14 de junio de 2015

El día que no fui a bailar...




Desde siempre he sido muy bailadora. Me acuerdo que cuando tenía como tres años mi papá gustaba muchísimo de verme bailotear una canción que iba más o menos así: "Pajaritos a volar, cuando acaban de nacer, su colita han de mover... La la la laaaaa"

Después, durante la primaria era amante de participar en los bailables que se organizaban para festejar el día de la primavera, el día de la madre, el día del maestro, la Independencia de México, la Revolución Mexicana y la Navidad. En esa época no solo era amante de bailar, sino que además descubrí que era amante de disfrazarme, algo que hasta la fecha disfruto muchísimo.

Fue en la universidad que descubrí la música que realmente me gustaba. Y lo que me gustaba era bailar salsa y dar muchos muchos giros. Yo que no tenía ni idea de cómo hacerlo,  afortunadamente me había liado con un chico que bailaba muy bien y que tuvo mucha paciencia para enseñarme. A partir de eso descubrí que disfrutaba más de las fiestas y reuniones cuando, en vez de permanecer sentada en la mesa, me levantaba a sacarle "brillo a la pista".

En los últimos años (hace mucho tiempo que salí de la universidad), incluso he tomado clases de salsa, para después ir a bailar lugares donde tocan música cubana, colombiana, puertorriqueña... Al final, también empecé a enamorarme de la bachata, de su ritmo y de sus movimientos. 

Y no, ni por asomo bailo espectacular y por supuesto no soy ninguna experta. Simplemente que moverme al ritmo de la música me hace sentir bien, contenta, feliz y relajada, igual que cuando madrugo para salir a correr (otra de mis pasiones).

Sin embargo, actualmente las cosas han cambiado un poco. El día de hoy, mis amigas han ido de rumba, y yo estoy aquí, con el ojo abierto a las 2 de la mañana, después de haber dormido sin interrupciones desde las 8 de la noche. ¿La razón? La persona más importante para mí y yo, necesitamos reposo. 

Efectivamente, me han detectado hipertensión gestacional y mi nena y yo tenemos que descansar, así que prácticamente, ir a bailar y desvelarme entre tanta gente, no suena tan atractivo como hubiera sonado hace unos meses (por cierto, tampoco correr). 

Lo más interesante es que, a diferencia de otros momentos en mi vida (como cuando me operaron de la rodilla o tuve una luxación en el tobillo), en esta ocasión no siento frustración o enojo. Por el contrario, siento un amor infinito por esta bebé tan esperada y deseada que crece dentro de mí y que por el momento, necesita una mamá tranquila y relajada. 

Justo ahora me doy cuenta que estos momentos de paz y reposo, me permiten generar un vínculo con mi bebé imposible de explicar. Estos momentos en los que estamos recostadas solas, juntas, escuchando música (incluso esa que a mamá  le encanta bailar), tarareando y platicando... Estos momentos en los que toco mi barriguita y siento claramente los latidos y movimientos de un corazón y cuerpo ajenos a los míos... Esos momentos que me permiten conectarme con mi hija son invaluables y no los cambiaría por una noche de rumba, ni por cualquier otra cosa en el mundo.

Efectivamente, como bien dicen por ahí, un hijo te cambia la vida, y en mi caso, la hace más plena, completa y feliz.

Como dato curioso, justo hace unos momentos, recibí algunos mensajes en mi teléfono de mis amigas "rumberas". En uno de ellos se hacía mención de que en el lugar al que habían ido, el DJ había puesto música de "banda". Me he reído muchísimo, he abrazado a mi barriga y le he dicho a mi bebé: "¡Que horror! ¡Banda! Que bueno que no nos expusimos a tremendo martirio". Luego, juntitas, hemos vuelto a la cama a seguir durmiendo.

miércoles, 3 de junio de 2015

Entre burbujas y patadas...


Mi querida hija:
 
Me lo habían dicho varias personas: "En serio, después de los 5 meses de embarazo, vas a empezar a sentir burbujitas en el vientre y después unas patadas".
 
Total que llevábamos 5 meses y medio juntas y yo no sentía nada. ¿Sabes? mamá es un poco insensible y tiene el umbral del dolor altísimo, así que no me daba mucha cuenta de lo que pasaba e incluso, ya me estaba preocupando.
 
Entonces, llegó el fin de semana. Después de mucho ajetreo y convivencia familiar, el domingo llegamos un poco tarde a casa, así que de inmediato me recosté y mientras yo acariciaba mi barriguita y por ende a ti, de repente sentí.
 
Eran unas olitas en mi pancita, apenas perceptibles. ¡Por fin! ¡Sentía las burbujitas! No cabía de la emoción porque te sentía muy viva en mi ser...
 
Pero la felicidad no terminaba ahí, pues ya me tenías preparada otra sorpresa.
 
Tres días después, en el trayecto del trabajo a nuestra casa , sentí un fuerte golpe en mi vientre que me sacó un "¡ouchhhh!". Interpreté que eso había sido tu primera patada. ¡Y que gran patada!, firme, fuerte y certera... justo como tú en mi vida.
 
Mientras te acariciaba, me reía y te decía "Nena, ya mero llegamos a casa a descansar, pero si pegas muy fuerte, mamá se puede desconcentrar al volante y no queremos que eso pase".
 
Justo había terminado de hablar cuando te quedaste quietecita hasta arribar a nuestro destino... ¡Así que me entendías! No cabía del asombro y de la emoción multiplicada.
 
A partir de entonces, te has manifestado de diversas formas curiosas: a través de las burbujas, las pataditas y un poco de pesadez.
 
Si, así como lo lees. Precisamente hace un par de noches, intentaba dormir del lado derecho, pero te moviste de tal forma que me sentía incómoda y obligada a voltearme del lado izquierdo. Parecía que me decías: "Mamá, ¿no ves que del lado izquierdo me llegan mejor el oxígeno y los nutrientes a mi cuerpecito? Además, de esté lado me gusta más, así que acomodémonos juntas".
 
Así que, como podrás darte cuenta, en muy muy poco tiempo, he sumado más aventuras juntas a nuestras vidas. Y sólo por eso te quiero dar las gracias.
 
Gracias por ser mi bebé y una vez más hacerme consciente de lo que significa ser dadora de vida. Gracias por manifestarte y hacerlo fuerte para que yo me dé cuenta que ahí estás y vives dentro de mí. Gracias por cada burbujita y cada patadita que me das, a veces, cuando más lo necesito. Cada movimiento que realizas me dice: "Mami, aquí estoy y te amo."
 
¿Sabes una cosa mi preciosa bebé? Yo te amo más, mucho más de lo que pudieras imaginar y cada día que pasa a tu lado me siento inmensamente feliz.